Por José Mª de Moya
Es el referente intelectual de la asignatura de Religión desde hace décadas. Las mismas que lleva «evangelizando» (sic) en favor de lo que ha dado en llamar una nueva «Religión 3.0», más humanista, más antropológica, más teológica. Carlos Esteban, que participará en el I Encuentro Iberoamericano de Profesores de Humanidades, defiende una complicada posición que le lleva a librar batallas a derecha e izquierda con sectores que, paradójicamente, terminando coincidiendo en una cosa: mantener el actual statu quo. Choca, por un lado, con eclesiásticos que quieren la «reli catequética» de siempre y, por otro, con parte de la izquierda educativa, que quiere arrinconarla en la marginalidad.
¿Qué le parecen los nuevos currículos de Religión?
–Creo que cumplen la Lomloe y la mejoran. Esto es una cosa que no siempre se puede decir de un currículo de cualquiera materia, y menos de Religión. Cumple el perfil competencial, el de salida y el de competencias clave. Es decir, por una parte, hay una antropología más densa, más sólida pero, por otra, hay un profundo respeto al paradigma de la Lomloe. Cosa que no ocurre a la inversa.
¿Quiere decir que la Lomloe no trata bien a la Religión? Ha habido críticas en este sentido…
–Yo creo que no. Incluirla en una disposición adicional es un indicador, una vez más, de que lo religioso sigue siendo un elemento «adicional» para este Gobierno. No concuerda ni con la historia, ni con la cultura, ni con Europa, porque lo razonable sería que lo religioso tuviera un lugar preferente como contribución a una Educación integral del alumno.
Los dos aspectos más controvertidos han sido la asignatura espejo y si es computable la nota. ¿Qué opina?
–Ha habido mucha desinformación sobre esto. La Religión retrocede, más o menos, a los años 90 con la Logse. Es decir, es de oferta obligatoria para los centros educativos como asignatura del currículo escolar y evaluable en los mismos términos que el resto de áreas. En este sentido, se cumplen los acuerdos de la Iglesia con el Estado. Por tanto, queda escrupulosamente correcta, pero de mala gana, por eso, se la arrincona en una disposición adicional. A nuestro juicio y pensando en lo que necesita el alumno, la solución hubiera sido situar a la Religión como parte fundamental de la formación integral.
Vayamos por partes. Por tanto, ¿los que no eligen Religión tendrán que cursar una alternativa?
–No, en efecto, desaparece lo que llamábamos la “alternativa” en la LOE o en la Logse o “asignatura espejo” en la Lomce. Por tanto, se mantiene el derecho a elegir Religión, pero los que no la eligen no tienen que hacer nada. En ese sentido, está claro que hemos retrocedido. A mí me gustaría preguntar en voz alta: ¿por qué ese interés en que, mientras unos hacen Religión, el resto no haga nada? ¿Es un interés educativo o es un interés para que no elijan nada en lugar de Religión? Por eso, pienso que se trata de un retroceso pedagógico en general.
¿Es cierto que se ha delegado a las comunidades definir qué hacer con los alumnos que no opten por Religión?
–En efecto, el Ministerio no asume su responsabilidad. Y las comunidades autónomas tampoco concretan mucho más. Su única responsabilidad es que, como son menores y están en horario escolar, deben ser atendidos educativamente.
También parece que se ha retrocedido en el hecho de que la nota no sea computable para becas o para la EBAU, ¿es así?
–En la Ley de Calidad sí era computable, en la Lomce también, en la Logse no y en la LOE y en la Lomloe tampoco. Por tanto, queda como evaluable pero no será computable, ojo, solo cuando los expedientes entren en concurrencia. Y la realidad es que esto no ocurre nunca en Infantil y Primaria; solo ocurre en la ESO porque hay un título y en Bachillerato por el acceso a la universidad. Entonces, evaluable y no computable es, una vez más, una pequeña argucia para desacreditar la asignatura de Religión. La han dejado evaluable porque los tribunales les obligan. Y para que conste que lo hacen con desgana, añaden que no será computable cuando los expedientes entren en concurrencia.
En cuanto al número de horas lectivas, ¿ha variado algo?
–La Lomloe retrocede respecto de la LOE en número de horas. En la LOE este número era de hora y media semanal en dos sesiones semanales; en la Lomloe se queda en una hora semanal. Con lo cual, se perjudica una vez más a la Religión. Algunas comunidades autónomas, como Murcia, Castilla y León, Andalucía o Madrid, sí han aumentado el tiempo lectivo manteniendo lo que había, pero la mayoría ha seguido la pauta del Ministerio.
Y como respuesta a estas tres zancadillas, ¿dice que ustedes han respondido haciendo un esfuerzo por adaptarse a la Lomloe y a su enfoque competencial…?
–Así es. Todo el proceso de elaboración del currículo de Religión católica ha sido un proceso en el que yo subrayo la lealtad y la responsabilidad con la administración educativa, con la reforma y con las propuestas pedagógicas de las competencias clave y de salida. Se ha asumido con absoluta lealtad y responsabilidad. Porque quién marca la ley, marca las condiciones, y si la Religión tiene que estar en la Pública, tiene que cumplir con esas condiciones.
¿De ahí las críticas desde algunos sectores por haber cedido demasiado, por haber haber diluido mucho el currículo? ¿entiende que pueda haber una cierta sensación de que «les han timado»?
–Sí, y además estoy de acuerdo que ha sido a cambio de nada. Sin embargo, esas acusaciones a las que se refiere, procedentes de algunos sectores más bien eclesiásticos, de que la teología se ve menos en este currículo, creo que es injusta. Este currículo tiene tanta teología como los anteriores… y es el quinto currículo que me toca explicar después de haberlo estudiado. La teología entra en diálogo con la antropología, con la historia, con la cultura, etc. No es un catecismo y no lo es expresamente porque se trata de la asignatura de Religión. El catecismo está para los que quieren iniciarse en la fe. En la escuela lo único que necesitamos son aprendizajes esenciales que hagan crecer al alumno tanto por dentro como por fuera.
De hecho, tengo entendido que hubo una propuesta de la Conferencia Episcopal, rechaza por el Gobierno, para crear un área humanista donde estuviera la asignatura de Religión, pero también Filosofía, Ética… ¿por qué fracasó?
–Me parece que la Iglesia está en el siglo XXI y el Ministerio en el XIX. Esa es la realidad. La Iglesia propone esto porque quiere colaborar con la administración educativa en su responsabilidad de ofrecer una Educación integral. Pero cuando la Iglesia propone buscar soluciones juntos y te dicen que no, que mejor mantener las viejas fórmulas… es como si te dijeran: “Vale Iglesia, haz tu currículo y déjame tranquilo”.
La administración no asume esa responsabilidad pero gran parte de la sociedad civil parece que sí, ¿no le parece?
–En efecto, me encanta que en el siglo XXI haya un cierto renacimiento humanista, una “rehumanización” de los fines de la Educación que se habían diluido en este pragmatismo económico que lo inunda todo.