Cuando los alumnos se convierten en filósofos

Cuando los alumnos se convierten en filósofos

El debate sobre la asignatura de Filosofía en las aulas pone de manifiesto la trascendencia de esta asignatura respecto a cómo se puede contribuir al desarrollo del carácter de los jóvenes desde un punto de vista intelectual, social y emocional. Justo hemos finalizado un mes de noviembre en el que se ha celebrado el Día Mundial de la Filosofía, institucionalizado por la Unesco en 2005 con el objetivo de reconocer la filosofía como “una disciplina que fomenta el pensamiento crítico e independiente y es capaz de trabajar en pro de una mejor comprensión del mundo y de promover la tolerancia y la paz».

En este contexto, no son pocos los centros educativos que ponen en marcha programas pedagógicos cuya protagonista es la filosofía. Es el caso de Philosophy for Children (conocido por sus siglas en inglés P4C), programa creado en los años 60 por el filósofo y pedagogo estadounidense Matthew Lipman que invita a convertir el aula en una «comunidad de indagación». En ella, el rol del docente no es tanto dirigir como estimular, mediante preguntas, al alumnado. A través de diversos recursos y talleres, el fin último es tratar con los estudiantes las grandes preguntas planteadas por la filosofía a lo largo de la historia.

Katherine Monaghan, directora de Infantil y Primaria del campus BSB City de Barcelona, explica que “a través de la participación regular en discusiones filosóficas, nuestros estudiantes aprenden a argumentar y defender sus opiniones, así como a discrepar de forma respetuosa«. Además, añade, «aprenden a cuestionar y explorar sus propias creencias y opiniones arraigadas, desarrollando así sus propios puntos de vista y su marco ético».

Expresar sus propias ideas

A la hora de aplicarlo en clase, el espacio desempeña un papel clave: dispuestos en un círculo o medio círculo, los alumnos dialogan de manera que todos puedan verse de frente, sin ocupar ninguno una posición de jerarquía. Habitualmente la pregunta que formula el docente y que abre el debate se acompaña de una imagen que inspira a los estudiantes. Es uno de los tantos recursos que propone el método para despertar la curiosidad y promover la participación del alumno. Otro son los cuentos, por lo que el programa puede realizarse desde la Educación Infantil.

¿Cómo se materializa?

  1. Los estudiantes deben ser quienes dirijan sus propios debates, por lo que el docente ha de limitarse a facilitar la conversación hasta llegar al punto en que, a medida que los niños adquieren experiencia, el profesor tan solo sea un «testigo silencioso«.
  2. Para estimular la curiosidad y el interés por indagar de los estudiantes pueden utilizarse desde obras de arte hasta libros, citas o noticias de actualidad. De este modo, se pretende que adquieran consciencia de lo que ocurre más allá del colegio.
  3. Se les debe enseñar a estructurar preguntas filosóficas abiertas, aunque al mismo tiempo han de ser las propias de los niños.
  4. Los profesores han de procurar no intervenir en la conversación, pues el fin último es que los menores expresen sus propias ideas sin la influencia de la figura de autoridad que representa el docente y que puede sesgar el debate.

En los últimos años vienen surgiendo numerosas iniciativas en este sentido, que buscan defender y visibilizar la filosofía como asignatura clave en los currículos educativos. Es el caso del I Encuentro Iberoamericano de Profesores de Humanidades, que el 6 de mayo reunirá en CaixaForum Madrid a reconocidos docentes y profesionales para defender la enseñanza de la filosofía en la escuela.